Gente del agua
En unimog por el Bajo Vénica, un exótico palmar que contrasta con el resto del paisaje del "Jaaukanigás"
Se trata de un gran reservorio de centenarias palmeras caranday. En su interior habita un asombroso misterio. El viaje termina, el encanto perdura.
Por: Nicolás Loyarte
El último destino por visitar cambiará el paisaje de selva por un enorme palmar. Es el denominado Bajo Vénica, en el paraje El Timbó, muy cerca de Avellaneda. Se trata de un increíble y poco conocido reservorio de palmeras caranday al que sólo se accede en un unimog cuando el río crece y el humedal salado y deprimido se inunda. Su nombre hace referencia al apellido de la familia propietaria del lugar, los Vénica, cuyos ancestros friulanos llegaron hace varias generaciones al lugar. Este palmar con ejemplares de más de 130 años también cobija un secreto teñido de leyenda.
Entre las vacas que pastorean por este campo privado abierto a los visitantes se multiplican las aves, como la garza blanca y mora, el pato rosado, los chajás y ñandús. Aquí habitan también los únicos yacarés overos de la zona.
Los lírios violetas pintan el paisaje pero el único ejemplar de palmera cuatro gajos hallado en el mundo es la joya del Bajo Vénica. Una centenaria rareza natural que los biólogos sólo explican argumentando que podría tratarse de una palmera desgajada a la que le crecieron cuatro ramificaciones.
Pero también hay otra explicación para el fenómeno.
Una leyenda popular que inmortalizó la profesora de Literatura Melina Vénica, nieta de don Agustín Vénica, es la otra explicación posible. En su relato “La palmera de cuatro horquetas” cuenta la autora que cuatro hermanos (Evaristo, Agustín, José Luis y Martín), miembros de su antepasado, penetraron un día el lugar con sus herramientas de labranza para trabajar sin descanso.
“Sin darse cuenta, el anochecer los encontró arando, sembrando y juntando malezas, y decidieron pasar la noche allí, bajo el frío invierno que terminó con la vida de los cuatro hombres”, continúa el relato Melina Vénica. Tras varios días de búsqueda no lograron encontrarlos. En cambio hallaron “erguida con majestuosidad una gran palma con cuatro gajos, como implorando a Dios el amparo y la protección divina”.
“Esta palmera de cuatro horquetas, con todo su esplendor y belleza, simboliza la valentía y fortaleza de aquellos aguerridos hombres que ofrecieron su vida para que sus descendientes no decayeran y continuaran sosegando la madre naturaleza y todo lo que hay en ella, tan generosa a veces, tan despiadada muchas otras”, finalizó su relato la autora.
Luego de la parada junto a la palmera de cuatro gajos, el recorrido por el Bajo Vénica continúa unos minutos más a bordo del unimog y culmina sobre un inesperado albardón florido y forestado sobre el arroyo Los Amores, con un precioso complejo de cabañas a través del cual se puede navegar en kayaks y SUP entre yacarés y otras especies.
Es notable el cambio del ambiente a un lado y al otro de la huella de tierra por donde avanza el vehículo. A un lado se extiende el gran palmar; al otro, nace el monte junto al curso de agua lleno de pájaros y yacarés.
El valor natural
Tras recorrida durante varios días muchos sectores de este maravilloso suelo santafesino, antes de regresar a la Capital decanta la pregunta al biólogo Giraudo, que tanto recorrió este suelo y estas aguas durante las últimas décadas.
-¿Qué es hoy Jaaukanigás para el mundo?
-Es un lugar muy necesario para un planeta que está sufriendo la sobre extracción de recursos naturales y generando problemas evidentes como el cambio climático. El aporte de Jaaukanigás al mundo es la conservación del sector del río Paraná menos intervenido por el hombre, sin represas ni poblaciones masivas. Un Paraná que está entre los 8 principales ríos del mundo y es el segundo de Latinoamérica, después del Amazonas, y que aporta agua de calidad a toda la región de la Cuenca del Plata, además de la productividad de peces, sus bosques, bañados y naturaleza, que aportan oxígeno al ambiente y regulan el clima.
-¿Cómo hay que preservarlo?
-Ese es uno de los mayores desafíos del siglo XXI y seguramente lo deberá afrontarlo toda la humanidad. Debemos garantizar un desarrollo sostenible, equilibrado, utilizando los recursos naturales que se necesitan pero también respetando los ciclos de reposición, sin sobreexplotarlos ni contaminarlos. Aquí hay pesca artesanal y deportiva, ganadería en las islas, y esas actividades reguladas sabiamente redundan en las economías regionales, sin quitarle la capacidad al río de brindarnos los servicios esenciales. El Comité de manejo de "Jaaukanigás" trazó planes de manejo y de ecoturismo para que todo se desarrolle en armonía con la naturaleza.
La camioneta marcha al sur hacia Santa Fe sobre la ruta 11. El viaje culmina. Sobre el asfalto aparece a lo lejos un bulto. Es una enorme serpiente curiyú de al menos un par de metros de largo con un diámetro más ancho que un brazo humano. Hay que evitar atropellarla para que vuelva al margen y se interne nuevamente en el campo, su hábitat. Quedan atrás infinidad de impresiones. Y la promesa de volver a “Jaaukanigás” a disfrutar su naturaleza y la amabilidad de la gente del agua.